VIRGILIO.(70-19 a.C.) Es un autor de origen humilde que alcanza el máximo reconocimiento en la época de Augusto. Procedía de una pequeña aldea de Mantua donde sus padres cultivaban sus tierras. Quizá de ahí procede su amor a la naturaleza y a las labores del campo, que refleja en dos obras:
Las Bucólicas, que presentan una naturaleza idealizada, donde personajes elegantes disfrutan del "locus amoenus".
Las Geórgicas, donde se centra en las labores del campo desde un punto de vista mucho más realista, reflejando las tareas del cultivo, la cría del ganado y la apicultura.
Su gran obra es La Eneida:
Es la gran obra épica de la literatura latina. Es una obra escrita por Virgilio (70-19 a.C.) en época de Augusto y bajo los auspicios del propio emperador, que busca su engrandecimiento a través de la creación de una historia de Roma que ahonda sus raíces en las fuentes del mito y lo convierte en un héroe al estilo de los griegos. Virgilio se presta a esta tarea con la creación de esta gran epopeya.
La historia que presenta recoge motivos históricos, como las Guerras Púnicas, que enfrentan a Roma con Cartago por el dominio del Mediterráneo. Pero no es por su valor histórico o político por lo que la obra sigue siendo considerada una de las principales manifestaciones de la literatura clásica, sino por la profunda humanidad de los personajes, la emoción y calidez de muchas historias y la calidad literaria.
La obra se compone de casi doce mil hexámetros, organizada en dos partes que nos recuerdan las epopeyas griegas:
La primera parte, en la que se narran los viajes de Eneas, toma su modelo de La Odisea.
La segunda parte, centrada en las guerras y la lucha final para lograr la victoria, nos recuerda La Ilíada.
En cuanto al argumento, gira en un primer bloque en torno a la reina Dido. Una historia de amor en la que la mujer se entrega totalmente a sus emociones, mientras que en el héroe prevalece la entrega al cumplimiento de su destino. El bloque central es la historia de Eneas y su periplo. El bloque final destaca la figura de Turno, el antagonista que es finalmente vencido por Eneas.
En la imagen inferior se representa el episodio de la Eneida en la que Laoconte, sacerdote de Apolo, y sus hijos, son devorados por dos terribles serpientes marinas enviadas por la diosa Atenea. La escena se sitúa a las puertas de Troya, junto al mar, cuando los troyanos se reúnen en torno al caballo que los aqueos dejaron al fingir su retirada. Lo consideran un presente a la diosa Atenea, pero Laoconte les advierte que puede ser una trampa, que no se fía de los aqueos, y lanza unas teas encendidas para tratar de quemarlo. Es entonces cuando la diosa, protectora de los griegos, le envía ese terrible castigo para que se cumplan sus designios.
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Laoconte y sus hijos , copia en mármol del Siglo I d. C. de un original en bronce del Siglo III a. C., hecha por los escultores Atenodoro, Polidoro de Rodas y Agesandro, de la escuela de Rodas. (En Wikipedia) |
HORACIO (65-8 a.C.): hijo de un liberto, alcanza un gran prestigio en el campo literario y en el político. Contó con la amistad y protección de Mecenas, miembro del gobierno de Augusto responsable de la cultura del momento, que florece en todos los órdenes bajo su ministerio. Horacio busca la perfección estética en sus Epístolas, Épodos y Odas.
Nos interesa especialmente por la calidad de su poesía, que sirvió de modelo a los grandes autores de la poesía española del Renacimiento y el Barroco.
Así, en los Épodos aparece la composición que se inicia con el "Beatus ille...", que propone, siguiendo la teoría filosófica de Epicuro de abandonar los conflictos de la ciudad para refugiarse en la calma de la naturaleza. Fray Luis de León sigue fielmente este modelo en el siglo XVI.
Beatus ille qui procul negotiis,ut prisca gens mortaliumpaterna rura bobus exercet suis,solutus omni faenore,neque excitatur classico miles trucineque horret iratum mare,forumque vitat et superba civiumpotentiorum limina.
Dichoso aquél que lejos de los negocios,
como la antigua raza de los hombres,
dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con sus propios bueyes, libre de toda deuda, y no se despierta, como el soldado, al oír la sanguinaria trompeta de guerra, ni se asusta ante las iras del mar, manteniéndose lejos del foro y de los umbrales soberbios de los ciudadanos poderosos». (Épodos.2.1.) |
En las Odas desarrolla otro tópico universal quizá el que más repercsión ha tenido en la literaruta posterior, "carpe diem". Tanto Garcilaso de la Vega como Góngora tomarán directamente esta fuente.
Carpe diem, quam minimum credula postero
"aprovecha el día, no confíes en el mañana" (Odas) (Fragmentos y traducción de Wikipedia)
En sus odas de temática filosófica fragua otros tópicos literarios:" aurea mediocritas, tempus fugit, carpe diem".
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
(Luis de Góngora, s. XVII)
OVIDIO (47 a.C.- 17 d.C.): Publio Ovidio Nasón, a diferencia de los anteriores, es un poeta de origen noble y familia acomodada. Sin embargo, su vida se vio marcada por el exilio, desde el año 8 a.C., a una ciudad de la actual Rumanía. Nunca pudo regresar a Roma.
Sus obras se dividen en tres épocas:
Época de juventud: Los amores, Las Heroidas (cartas de amor de heroínas mitológicas a sus amantes o maridos) y El Arte de Amar, obra famosa y escandalosa en su época, pero muy leída e imitada en la Edad Media. Es un tratado sobre las técnicas de conquista dirigida a los hombres las dos primeras partes, y a las mujeres la última, sobre el arte de seducir.
Época del destierro: Tristezas.
Época de madurez: Su gran obra, Metamorfosis. Quizá es la obra que ha tenido mayor impacto en la cultura posterior, tanto en la literatura como en la pintura, escultura y otras artes. Recoge 250 leyendas sobre personajes mitológicos y héroes que sufren una transformación en vegetales,animales, constelaciones. Destacan las leyendas de Píramo y Tisbe, Dédalo e Ícaro, Dafne transformada en laurel o Narciso transformado en flor.
En este enlace. http://ocw.unican.es/humanidades/mitologia-greco-romana/mitologia-greco-romana/practicas-2/practica-15/ovidio-metamorfosis-i-403-486-y-530-567. LA TRANSFORMACIÓN DE DAFNE EN LAUREL:
El primer amor de Febo fue Dafne, la hija del Peneo y no fue producto del ciego azar, sino de la violenta cólera de Cupido. A éste lo había visto el Delio, orgulloso de su victoria sobre la serpiente, en el momento en que el otro doblaba los extremos de su arco tirando de la cuerda, y le dijo: "¿Qué tienes tú que ver, niño retozón, con las armas de los valientes? Llevar esa carga me cuadra a mí, que sé dirigir golpes infalibles a una fiera o a un enemigo, que hace poco he tendido por tierra, hinchada por mis innúmeras flechas, a Pitón, la alimaña que con su vientre venenoso oprimía tantas yugadas de tierra. Tú conténtate con estimular con tu antorcha no sé qué pasiones amorosas, y no trates de aspirar a la gloria ,que me es propia." A lo que respondió el hijo de Venus: "Aunque tu arco atraviese todo lo demás, el mío te va a atravesar a ti, y en la misma medida en que todos los anímales son inferiores a la divinidad, otro tanto es menor tu gloria que la mía". Dijo, y batiendo las alas se abrió camino por los aires y fue raudo a detenerse en la sombreada cima del Parnaso, donde sacó de su aljaba portadora de flechas dos dardos de diferente efecto; el uno hace huir al amor, el otro lo produce. El que lo produce es de oro, y resplandece su afilada punta; el que lo hace huir es romo y tiene la caña guarnecida de plomo. Este fue el que clavó el dios en la ninfa del Peneo, mientras que con el otro hirió hasta la médula de Apolo después de atravesarle los huesos. En el acto queda el uno enamorado; huye la otra hasta del nombre del amor, y se complace en las espesuras de las selvas y en los despojos de las fieras que cautiva, émula de la virginal Febe; una cinta sujetaba sus cabellos abandonados en desorden. Muchos la pretendieron, pero ella rechaza a sus pretendientes y, libre de marido alque no soportaría, recorre los parajes más solitarios de los bosques y desdeña enterarse de lo que es el Himeneo el Amor o el lazo conyugal. Muchas veces le dijo su padre: "Un yerno me debes, hija". Muchas veces le dijo su padre: "Me debes nietos, hija mía". Ella, que odiaba como un crimen las antorchas nupciales, mostraba su bello rostro teñido de avergonzado rubor y, en los brazos acariciantes de su padre y colgada de su cuello, le decía: "Concédeme, padre mío querido, poder disfrutar de una virginidad perpetua, también a Diana se lo concedió su padre." [...]
Aún iba a seguir hablando cuando la Penea huyó a la carrera, despavorida, y al abandonarlo dejándolo con la palabra en la boca, aun entonces le pareció agraciada; el viento le descubría las formas, las brisas que se le enfrentaban agitaban sus ropas al choque, y un aura suave le empujaba hacia atrás los cabellos; con la huida aumentaba su belleza. Pero el joven dios no puede soportar por más tiempo dirigirle en vano palabras acariciantes, y, obedeciendo a los consejos de su mismo amor, sigue sus huellas en carrera desenfrenada. Cuando un perro de las Galias ha visto a una liebre en campo abierto, mientras él busca el botín con la ligereza de sus patas, la liebre busca la vida; el uno parece que va a hacer presa, espera conseguirlo de un momento a otro y con el hocico tendido va rozando las huellas; la otra está en la incertidumbre sobre si estará ya apresada, se arranca de las fauces mismas de su perseguidor y deja atrás el hocico que ya la tocaba; así corren veloces el dios y la muchacha, él por la esperanza, ella por el temor. Sin embargo el perseguidor, ayudado por las alas del amor, es más rápido, se niega el descanso, acosa la espalda de la fugitiva y echa su aliento sobre los cabellos de ella que le ondean sobre el cuello. Agotadas sus fuerzas, palideció; vencida por la fatiga de tan acelerada huida, mira a las aguas del Peneo y dice: "Socórreme, padre; si los ríos tenéis un poder divino, destruye, cambiándola, esta figura por la que he gustado en demasía". Apenas acabó su plegaria cuando un pesado entorpecimiento se apodera de sus miembros; sus suaves formas van siendo envueltas por una delgada corteza, sus cabellos crecen transformándose en hojas, en ramas sus brazos; sus pies un momento antes tan veloces quedan inmovilizados en raíces fijas; una arbórea copa posee el lugar de su cabeza; su esplendente belleza es lo único que de ella queda. Aun así sigue Febo amándola, y apoyando su mano en el tronco percibe cómo tiembla aún su pecho por debajo de la corteza reciente; y estrechando en sus brazos las ramas, como si aun fueran miembros, besa la madera; pero la madera huye de sus besos. y el dios le habla así: "Está bien, puesto que ya no puedes ser mi esposa, al menos serás mi árbol; siempre te tendrán mi cabellera, mi cítara, mi aljaba; tú acompañarás a los caudillos alegres cuando alegre voz entone el Triunfo y visiten el Capitolio los largos desfiles. También tú te erguirás ante la puerta de la mansión de Augusto, como guardián fidelísimo, protegiendo la corona de encina situada entre ambos quicios; y del mismo modo que mi cabeza permanece siempre juvenil con su cabellera intacta, lleva tú también perpetuamente el ornamento de las hojas." Terminó de hablar Peán; el laurel asintió con sus ramas recién hechas, y parecía que, como cabeza, agitaba su copa.
Ovidio, Metamorfosis. Traducción de Antonio Ruiz de Elvira. CSIC, Madrid, 1990.
Comparad con la versión de Garcilaso de la Vega (XVI), en este soneto:
Soneto XIII
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que al oro escurecían.
De
áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
el árbol que con lágrimas regaba.
¡Que con lloralla cresca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Podéis ver la infinidad de versiones que se ofrecen del mito en Imágenes de Google. Una muestra:
Escultura de la Galleria Borghese:


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